Tercera sentencia en el caso del narcosubmarino descubierto en la ría de Aldán en 2019, bautizado como «Che» y cargado con 3.000 kilos de cocaína. La última estación de este viacrucis judicial llegó hasta el Tribunal Supremo, que ayer dictó sentencia y echó por tierra el fallo del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, que a su vez había enmendado a la Audiencia Provincial de Pontevedra. Este tribunal condenó en febrero de 2022 a los siete acusados por estos hechos a penas de entre 7 y 11 años de cárcel y multas millonarias por el transporte de la droga en un semisumergible que partió de Brasil y cruzó el Atlántico hasta llegar a la costa gallega con tres personas ocultas en su interior.
En la causa fueron procesados los tres tripulantes del narcosubmarino cazado (el vigués Agustín A.M., y los ecuatorianos Luis Tomás B. M. y Pedro Roberto D. M.) que al ser descubiertos intentaron huir y ocultarse en Cangas. También se sentaron en el banquillo sus colaboradores en tierra (Enrique Carlos S. G., su hijo Iago S.P., Rodrigo H. M., y Iago R. R.). La resolución no gustó a las partes y todas recurrieron ante el TSXG, que solo escuchó la petición de dos de los acusados que esperaban el alijo en tierra, a los que finalmente absolvió.
En esta ocasión, fue la Fiscalía la que hizo uso de su derecho a queja y la elevó al Tribunal Supremo, que ahora vuelve a condenar a Enrique Carlos S. G. (padre del contacto en tierra del piloto gallego) y a Rodrigo H. (la persona que los guió y les llevó ropa) por su participación en el operativo. En su fallo, el TS estima de manera parcial el recurso de casación del Ministerio Público al entender que Iago S.P. e Iago R.R. fueron «los más activos de los colaboradores conocidos» de los que dispuso Agustín para introducir la droga en España, y ambos acusados participaron en la operación aunque no fueran los destinatarios originales de la cocaína. Con respecto a Enrique Carlos y Rodrigo, apunta que ambos conocían «detalles esenciales» del operativo de llegada del artefacto y llevaron a cabo una «colaboración necesaria y efectiva en el desarrollo del plan criminal». Según expone el Tribunal Supremo, Rodrigo no solo acudió al punto de encuentro pactado en las costas de Aldán para entregar ropa y comida a los tripulantes, sino que hizo señales con las luces del coche para ayudarlos a guiarse; mientras que Enrique Carlos aceptó llevar a Rodrigo esos efectos, tal y como le había pedido su hijo, «con conocimiento de lo que hacía».
Por todo ello, el Supremo condena a Rodrigo H.M. como autor de un delito intentado de tráfico de drogas a la pena de un año y medio de cárcel y al pago de dos multas de 50 millones de euros cada una; y condena a Enrique Carlos S.G., como cómplice del anterior delito, a la pena de 9 meses de prisión y dos multas de 25 millones de euros. En el caso de Iago R.R. e Iago S.P., además de las penas fijadas por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, les impone a cada uno una nueva pena de multa de 50 millones (después de que la Fiscalía alegase un error en la sentencia de instancia, donde solo figuran una multa a cada uno).
Con esta nueva sentencia, emitida cuatro años después del hallazgo del semisumergible –el primero apresado en aguas europeas– todos los implicados directamente en la operación cuentan con su correspondiente reproche penal. Pese a la precaria construcción del narcosubmarino, fabricado con fibra de carbono en un astillero clandestino en el Amazonas, la embarcación fue capaz de cubrir la ruta marcada durante un arriesgado viaje de 26 días en el que sus tripulantes se vieron obligados a dormir sobre los fardos de droga, sin aire limpio que respirar e impregnados en aceite por la rotura de un depósito.
Los riesgos a los que los pilotos se expusieron fueron descritos en el juicio en que los tres quedaron condenados a once años de prisión por tráfico de drogas. A dos metros bajo el nivel del mar, debieron soportar temporales, averías de todo tipo y hasta el impacto con una embarcación de gran tamaño. De milagro llegaron a la costa, donde esperaron varios días a recibir órdenes para el desembarco de la droga, pero una ardua investigación policial frustró la entrada de la droga a Europa. Fue la llamada operación Marea Negra.