Cuando Asher escuchó durante la madrugada del pasado sábado unos golpes «a lo lejos», «muy flojos», en Tel Aviv, creyó que el responsable era su vecino. No podía imaginar que se trataba, en realidad, del inicio del peor ataque terrorista contra Israel en décadas con una ofensiva por parte de Hamás que ha dejado centenares de muertos en el Estado judío. Solo cuando las sirenas comenzaron a sonar a las siete de la mañana comprendió el verdadero motivo del ruido, pero ni siquiera entonces pudo atisbar la magnitud del bombardeo.
«Estaba en casa de unos familiares a los que habíamos ido a visitar por el ‘sabbat’ en Tel Aviv. Al ser religioso y sábado, yo había apagado el móvil y bajé a la sinagoga, donde vi caras raras en las personas que ya se habían enterado. A la hija de un amigo, por ejemplo, la habían reclutado en el Ejército», explica a ABC este ciudadano español con doble nacionalidad que llegó a Israel hace diez años y que solo comprendió las dimensiones de la tragedia cuando encendió el teléfono horas más tarde. «Me quedé petrificado», admite.
Desde el inicio de la ofensiva, se ha visto obligado a refugiarse junto a su familia en el búnker en varias ocasiones alertado por las «diez sirenas» que han sonado. «Las calles están completamente vacías y no dejamos de oír bombas, a ráfagas. Mi hijo, al principio, pensaba que se trataba de un concierto. Al final, acabó enterándose de lo que era realmente. Yo me hacía un poco el sueco, porque no quiero que lo vivan de una manera demasiado intensa. Saben lo que hay, pero no al 100%», relata.
Ahora no puede regresar a su casa, en la localidad de Rejovot, a unos 30 kilómetros de Tel Aviv: «Hay todavía terroristas sueltos. En mi ciudad acaban de interceptar a uno y no podemos salir. Estamos dolidos por todo lo que ha pasado, tengo mucha gente cercana que ha sido reclutada, conocidos que han muerto o están desaparecidos. Han matado al amigo de un amigo, a otra chica la han llamado para recuperar cadáveres del concierto… La lista es larga y en Facebook no dejó de ver publicaciones que hablan de familiares con los que no consiguen contactar».
En cuanto a la posibilidad de abandonar el país, reconoce que no lo tiene claro y espera ir viendo «cómo evolucionan las cosas». «Mientras mi vida o la de mi familia no corra peligro, prefiero estar aquí que fuera. En parte, porque ya me pasó una vez que, en mitad de una guerra, me fui y me resultó muy desagradable vier tanta mentira en los medios, todo tan modificado», señala.
En Tel Aviv vive también Ludmila, una canaria que llegó a la ciudad hace once años, y que se confiesa «desbordada» por la situación, por lo que prefiere no compartir su sufrimiento. «La verdad es que ahora mismo estoy muy nerviosa. Llevamos ya muchos días encerrados en casa oyendo explosiones y alarmas y siendo conscientes de todo el horror que se está viviendo en el sur y, a la vez, intentando mantener la calma y ‘vida normal’ para nuestros hijos, que son pequeños», explica.
«El miedo me impide irme»
El debate interno que tienen muchos habitantes de las ciudades atacadas es quedarse o irse. La respuesta no es fácil.
Ran, ingeniero de software de 34 años, responde a ABC con la voz temblorosa desde Ramat Gan, muy cerca de Tel Aviv donde reside y trabaja. «¿Te soy sincero? Me encantaría irme, pero el miedo me lo impide», admite. Y es que se debate entre su deber y su arraigo y el lógico sentimiento de supervivencia. Todos los miembros de su familia en edad de servir militarmente han sido llamados para la reserva ante una eventual llamada a filas para vérselas contra un enemigo que está dispuesto a todo.
«No estamos hablando de un Gobierno que respete unas leyes de guerra o humanitarias. Hamás es un grupo militante que bien puede explotar un avión para demostrar algo a un grupo de gente. Esto lo vemos en los vídeos que graban los propios miembros de Hamás y el gobierno de Gaza. Yo nunca había visto una situación de guerra en la que uno de los bandos en el que graba vídeos y los pone con música y parece un tráiler o un vídeo de TikTok. No le dan importancia a la vida. Ante demostraciones como esta, yo digo: cojo un avión a Madrid, donde está mi hermana, o a Barcelona, donde está mi padre, pero nadie me garantiza que no vuelen el avión y llegue sano y salvo a casa».
«Ante demostraciones como esta, yo digo: cojo un avión a Madrid, donde está mi hermana, o a Barcelona, donde está mi padre, pero nadie me garantiza que no vuelen el avión y llegue sano y salvo a casa»
Ran Aharoni
Residente hispanoisraelí en Tel Aviv
Ran vio cómo el edificio de enfrente de su casa era bombardeado. Cómo, a las 7 de la mañana, las alarmas que ya forman parte de la banda sonora de su día a día le advertían de un ataque que se ha convertido en uno de los más graves que ha cometido Hamás en la historia.
Pese a ello, Ran es una de las voces de una generación que no pide acabar con los palestinos, sino aboga por una convivencia pacífica, sin supremacía de uno sobre el otro e incluso siendo aliados eventuales.
«La solución es que entre un Gobierno en Palestina que realmente quiera reconocer y entienda la importancia de reconocer la vecindad que hay entre Palestina e Israel y la necesidad de la paz, y por fin entender que todos como seres humanos somos más fuertes aliados y cooperando que luchando uno contra el otro», pide, aunque admite que es una utopía complicada. «Realmente esa sería la solución, pero en los años de historia de Israel como nación e incluso antes ha sido imposible llegar ahí», se resigna.
«Tengo miedo, me puede pasar a mí»
A casi 70 kilómetros, en Jerusalén, vive Virginia, nacida en Toledo y con doble nacionalidad. Las primeras sirenas, que en la capital sonaron a las 8.30 del sábado, la encontraron en la calle con un grupo de turistas a los que guiaba. «Ya sabía que habían sonado en Tel Aviv sobre las seis y, por eso, había alertado al grupo de cuál era el protocolo. Si estás en el exterior, debes acercarte a un muro o un edificio, echarte al suelo y cubrirte la cabeza», narra.
«Las siguientes sirenas nos sobresaltaron en el monte de los Olivos y nos refugiamos en la gruta de Getsemaní. Hoy he vuelto a salir para trabajar en la vía Dolorosa durante tres horas con otro grupo, pero después me he vuelto a casa para no salir. Los turistas con los que iba deberían marcharse mañana, pero les han cancelado el vuelo y no podrán salir hasta el sábado, si es que es posible. Ahora ya me he quedado sin empleo durante varios meses», apunta, antes de reclamar más ayuda por parte del Gobierno para los españoles «atrapados» en Israel.
A pesar de encontrarse «bien para las circunstancias» y de decirse acostumbrada a estas situaciones, pues ya vivió «la guerra de 2014 y 2021», Virginia reconoce que está «asustada». «Está siendo terrible, nunca hemos vivido nada parecido. Tengo miedo. Han caído dos misiles hoy por la tarde en los alrededores de Jerusalén. Lo mismo que pasa allí, puede ocurrir en mi casa. También temo que riadas árabes puedan atacar aquí por las calles a los israelíes», desgrana.