La primera vez de Jose Coronado (Madrid, 1957) en televisión fue la serie ‘Brigada central’, al crepúsculo de los años ochenta, en TVE, bajo el sello de Pedro Masó; un ‘thriller’ escrito por Juan Madrid con Imanol Arias como policía gitano. «Eran mis comienzos y yo era muy malo. No tenía mucho oficio. En esa época estaba muy verde, pero tenía la ilusión del principante que quiere luchar y que quiere más personajes», reconoce el actor en conversación telefónica con ABC.
Jose Coronado interpretaba al inmaculado Lucas, integrante del grupo especial de policías de élite, y estaba harto de ser un «hombre florero», así que le pedía más cancha a Pedro Masó, que terminó cediendo tras tanta insistencia. El policía de Jose Coronado iba a ser gay e iba a beber los vientos por su superior, o sea, por el personaje de Imanol Arias. Lo que podía haber sido una ‘vendetta’ fue un regalo. «Eso me lo gané yo», rememora el intérprete. No le daba miedo interpretar a un personaje homosexual: «¡Ay, no, por Dios! ¡Qué tontería! Es como si tengo que hacer de un asesino. Estamos jugando a meternos en la piel de otros. ¿Encasillarme a mí de homosexual con lo que he sido yo toda mi vida? Eso era imposible».
Más de 30 años después, Coronado ha ganado hasta un Goya, pero da por perdida una batalla. «A estas alturas, ya me da igual. He estado luchando toda mi vida para que me quitaran la tilde más que nada porque desde niño me han llamado Jose». Ahora tiene en cartelera la película ‘Cerrar los ojos’ (el regreso al ruedo de Víctor Erice) e interpreta en televisión al exmilitar, exferretero y medio ‘sheriff’ Tirso Abantos en la serie ‘Entrevías’, cuya tercera temporada emite Telecinco cada martes por la noche (22.45). Sigue siendo lo más visto de la cadena. Ya está rodando la cuarta en Madrid.
—En un panorama en el que hay tantas series y triunfan pocas, y muchas de ellas no pasan de una primera o segunda temporada, ¿cuál crees que es el atractivo de ‘Entrevías’ para que tanta gente la haya visto?
—Hablamos de un tema universal: la familia. El mundo está plagado de barrios un poquito marginales donde en este siglo XXI se mezclan todas las culturas, religiones… y es una realidad. El éxito de ‘Entrevías’ es que ponemos la cámara donde las cosas están pasando y la gente se siente identificada sobre todo por sus diferentes formas de vivir hoy en día la familia. Ahí es donde está probablemente el éxito de ‘Entrevías’, aparte de que hay unas tramas de ‘thriller’, de intriga y de suspense muy bien dirigidas y con un buen reparto que lo lleva a cabo.
—El creador de ‘Entrevías’, David Bermejo, hablaba de que no era tanto una historia de redención, sobre todo con el personaje de Tirso, sino de derribar prejuicios.
—El arco bonito de Tirso es que es un hombre del siglo XX, de la antigua escuela, muy prejuicioso, incluso racista a veces, y lo curioso es que precisamente van a ser una nieta china y su pareja cubana las que van a hacer bajarse de su pedestal de soberbia y empezar a no tener tantos prejuicios. Está hecho de una forma progresiva y que además ha funcionado muy bien estas dos primeras temporadas. El éxito de Tirso era lo políticamente incorrecto que era y eso a la gente le gustaba. Es un tipo muy impulsivo y todo lo que tú quieras, pero luego tiene su ética y sus principios y supuestamente es un hombre de bien aunque a veces se le vaya el látigo.
—¿En otra época, Tirso habría sido más políticamente incorrecto? Hace 10 o 20 años, una serie como ‘Entrevías’, ¿ese Tirso habría sido más racista o habría dicho más cosas? ‘Entrevías’ es una serie bastante directa en los temas que trata y en cómo los personajes hablan.
—Posiblemente. Además, hoy en día, cualquier cosa, por pequeñita que sea, en seguida todo el mundo lo discute. Antes había más libertades a la hora de expresión; sin embargo, se supone que ahora todo el mundo puede decir lo que quiere y no es verdad. Ahora mismo la gente se calla muy mucho de decir lo que piensa y probablemente hace 15 o 20 años hubo una época en la que había una libertad de expresión real.
—En la serie, Tirso sigue siendo un tío atractivo que gusta a las mujeres. Al final de la segunda temporada intentaba cambiar su aspecto: se ponía un polo, bambas…
—Un poco patético, sí.
—El tío quería gustar obviamente a Gladys, el personaje que interpreta Laura Ramos. Has pasado los 60 años, pero te siguen presentando personajes que gustan, que no están apartados de la vida sentimental o sexual.
—Por supuesto. Y me encanta haber cogido esa bandera. De hacer del galán, del tipo duro del cine español, del policía… Y de pronto coger la bandera del abuelo que todavía tiene muchas cosas que decir en todos los sentidos. Me encanta enarbolar esa bandera. Es verdad: los 60 o 70 años de hoy en día no tienen nada que ver con los 60 o 70 años del siglo XX en el que ya estabas en el final de tu vida y la gente no te consideraba en ninguno de los sentidos, ni laboralmente ni personalmente. Hoy en día se sigue dando una guerra maravillosa y hay que seguir dándola. Vivimos más, nuestras mentes están más abiertas, nuestros cuerpos viven más tiempo… Y por supuesto que hay que seguir jugando en la vida.
—Ahora en la ficción hay cierta reivindicación del desnudo masculino. Siempre, o casi siempre, se ha desnudado a las mujeres. En la última temporada de ‘Sexo en Nueva York’, los personajes están en sus 50 o 60 y a los hombres también se les desnuda. Con tus 66, ¿harías un desnudo integral en ‘Entrevías’ o una escena de cama en la que tienes que enseñar más?
—Como decían antiguamente, si lo exige el guión… Pero tiene que estar muy bien exigido. Si es gratuito, no… Tampoco me apetece a estas alturas… Yo no tengo ningún problema ni de vergüenza. Estoy completamente de acuerdo en que está descompensado a la hora de que siempre ha sido la mujer que ha hecho disfrutar a los hombres, ¿por qué no va a ser al revés? Secundo y animo a que se siga por esa línea: lo mismo que enseñan unas, enseñan otros. A mí, ahora, lo tiene que exigir muy mucho el guión.
—¿Sientes que alguna vez a lo largo de tu carrera se te ha desnudado de manera gratuita?
—La verdad es que yo no he tenido muchos desnudos. He tenido muchas escenas de cama, pero no se enseña nada.
—Cuando rodaste las dos primeras temporadas de ‘Entrevías’ dijiste que te ibas a tomar un descanso de 3 o 4 meses. ¿Te vas a tomar otro descanso?
—Ahora no viene descanso. Vienen proyectos estupendos. Estamos todavía con la cuarta temporada de ‘Entrevías’ y luego hay otros proyectos que se están definiendo, pero no toca descansar. A mí el descanso, tampoco. Con 3 o 4 días, ya estoy más que descansado. A mí lo que me da la vida es el trabajar. Me gusta mucho y no voy a descansar en los 2 años que vienen.
—Natalia Dicenta interpreta a tu exmujer en ‘Entrevías’.
—Son el gato y el ratón. Cada uno tiene sus razones en las que apoyarse y encima Natalia es una pedazo de actriz que defiende su personaje de una manera fantástica. Va a dar mucho juego sobre todo por lo que te decía al principio: la gente se siente identificada. Pareja separada con hijos y quién tiene la razón, ese es el día a día de cada hogar. Natalia hace un trabajo espectacular; espero estar a la altura y yo peleo fuerte. Hay secuencias estupendas.
—¿Habrá triángulo amoroso?
—¡Eso no te lo digo, amigo! Hay que verla.
—Tú y Luis Zahera salís en ‘Entrevías’ y os coméis la pantalla. Cuando coincidís, ¿cómo se hace el equilibrio? Porque Zahera es el roba-escenas de ‘Entrevías’.
—Zahera y yo nos complementamos muy bien ya desde ‘Vivir sin permiso’. Hay una química estupenda porque somos dos actores absolutamente diferentes y opuestos. Zahera reina en el caos; yo reino en el orden casi germánico. Ahí es donde surge esa química que tenemos los dos y que hace que podamos llevar nuestros barcos a buen puerto.